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martes, 28 de junio de 2016

Procesos intelectuales de las ciencias en el siglo XX

En la actualidad siguen encendidas las pasiones sobre los límites y campos de aplicación del conocimiento científico. Son discusiones aún no acabadas aquellas que intentan dilucidar las cuestiones de los criterios de demarcación de la ciencia para distinguirla de otros conocimientos, aparentemente, menos verosímiles y de menor confiabilidad.
 Las comunidades científicas -entre sí- definen lógicas y procedimientos para la producción de conocimientos, y cada colectivo insiste en argumentar sobre criterios de coherencia interna. Desde esta perspectiva, cada corriente goza de cierta autonomía en sus razonamientos y ejercicios de investigación.
  Desde finales del siglo XIX y hasta estos primeros años del XXI, es decir, durante casi siglo y medio, la corriente Empírico o Inductivo Analítica o Positivista de investigación ha determinado buena parte del terreno de las ciencias llamadas naturales.
En el caso de las ciencias sociales, domina la heterogeneidad de teorías y metodologías para la investigación social. Es decir, los modelos se encuentran y desencuentran y ninguno logra dominar en la complejidad de relaciones institucionales de los grupos y corrientes científicas. Lo que si prevalece es una especie de pluralidad y tolerancia entre científicos sociales, cada uno defendiendo su parcela de saberes en los que se sienten seguros y confiados.
Es así como en la producción de ciencia, en este último siglo, se mantienen dos fuertes corrientes que se confrontan:
La primera, llamada en la actualidad Neo-positivista, el sujeto se coloca frente al objeto de conocimiento, es decir, reconoce y mantiene su distancia porque se ubica fuera e independiente de los hechos. Es la corriente de pensamiento científico que ha dominado buena parte de la producción tecno-científica  occidental, pues responde a una tradición institucional de racionalización del conocimiento científico. Y a esta se contrapone una nueva tendencia científica emergente promovida como “Posnormal” (Funtowicz y Ravetz, 2000) a la que referimos más adelante.
En la segunda, llamada de manera general Hermenéutica, el sujeto forma parte de éste y es influido e influye sobre el conocimiento que genera, es decir, asume que la distancia es falsa y que el conocimiento producido no es un reflejo ingenuo de la realidad sino que está impregnado de la percepción del propio sujeto investigador.
Prevalecen, en el pensamiento de la academia, dos marcadas tradiciones: una, según la cual, el objeto es una realidad en sí mismo y por tanto es investigado en la exterioridad del  sujeto, pues existe independientemente; lo que ha dado lugar a una perspectiva objetivista de investigación, sobre la que profundizaremos más adelante.  Y otra, que defiende que el mundo es básicamente una construcción de la mente humana; ésta ha conducido a una posición idealista de la investigación. 

Las dos grandes tendencias que coexisten en la actualidad:

Una de estas, reconocida como el paradigma Racionalismo Científico Moderno está implicada por la EXPLICACION causal que da significado material al objeto de estudio.

Es una subjetividad analítica (deductiva/inductiva) que pasa por procesos lógicos de formalización de argumentos que son comprobados, corroborados o contrastados en experiencias de laboratorios o situaciones similares controladas por el científico.
Donde las proposiciones del conocimiento científico surgen de la reproducción de procesos metódicos en la aplicación de técnicas e instrumentos de investigación que ya forman parte de tradiciones científicas.

Es así como el discurso científico se produce en base a argumentaciones que tienden a la fragmentación, simplificación y/o reducción de los compuestos dimensionales del objeto de estudio.

Dicha búsqueda selectiva requiere DESCONTEXTUALIZACIÒN, es decir, separar la observación intelectual del “todo entre sus partes” del contexto no controlado para producir un conocimiento científico concreto, preciso que da cuenta de las determinaciones causales y tangibles del objeto que se reconoce.  

La otra tendencia que podríamos distinguir como Racionalismo Emergente, surge de la discusión o negación de las verdades objetivas que son superadas por procesos intelectuales INTERSUBJETIVOS.

Es decir, que se elaboran en el terreno de la comunicación humana. Lo que implica reconocer que el conocimiento científico está “cargado de valores sociales”.

En este sentido, son procesos de reflexividad, hermenéutica o razonamientos críticos dados a partir de las experiencias sensibles de los sujetos implicados y donde la argumentación son procesos lógicos naturales a partir de la vivencias.

De manera tal que el conocimiento científico que se produce requiere implicarse en la totalidad de los fenómenos socio-culturales, mediante INTERPRETACIONES de las representaciones colectivas-sociales percibidas en el CONTEXTO social.

La visión subjetiva del científico, implicado en estadios intersubjetivos, genera un conocimiento sistemático y concertado de la totalidad compleja.


Estas búsquedas integracionistas del “todo” lleva o conduce a deliberaciones, conjeturas y en el mejor de los casos a aproximaciones interpretativas de las realidades percibidas. 

lunes, 27 de junio de 2016

Formas y representaciones de las ciencias frente al Siglo XXI



En la actualidad la actividad científica ha venido conviniendo en nuevas e interesantes formas de organización político-institucionales que merecen ser estudiadas.

Más allá de los postulados académicos epistemológicos, los practicantes y financistas de la ciencia están viabilizando soluciones tecnológicas y creando formas prácticas mediante intersubjetividades que trascienden el claustro académico y los laboratorios experimentales.

La búsqueda incansable de la verdad pareciera ya no ser una meta y ha sido sustituida por la resolución de problemas concretos mundiales que generan verdades, por encima de la lógica argumentativa. Verdades pragmáticas podría decirse.

Visto así, los postulados de la ciencia normal (a la usanza de Thomas Kuhn) están desdibujándose ante estas nuevas alianzas  corporativistas privadas y públicas.

¿Qué se está buscando? ¿Sigue siendo la búsqueda de la verdad el norte de la ciencia? ¿La conformación de los equipos de investigación, a cuáles intereses responden?¿Hacia dónde vamos con la tecno-ciencia? Estas y otras tantas cuestiones pudiéramos formularnos en este momento de reconformación de la actividad científica.

Dicen los investigadores Funtowicz Silvio y Ravetz Jerome refiriéndose a lo que ellos llaman “La ciencia posnormal” (2000) que “estamos viviendo en medio de una transición rápida y profunda, de manera que no podemos predecir su resultado. Pero podemos ayudar a crear las condiciones y las herramientas intelectuales por las cuales el proceso de cambio podrá manejarse para mayor beneficio de la humanidad y del ambiente global”.

Consideran que los conocimientos o resultados de investigaciones científicas pasan a ser datos “blandos” en el contexto de compromisos valorativos “duros” que surgen de acuerdos públicos en la esfera de lo político para la resolución de problemas mundiales, tales como: las hambrunas, la contaminación ambiental y el SIDA, entre otros.

Las dimensiones de lo social complejo, en la frontera de los siglos presentes, asume que las producciones intelectuales culturales, se intersectan a lo político y le da significaciones de acuerdos económicos y, a su vez, éticos.  Estas miradas rompen con la concepción tradicional y lineal de la epistemología y pasa a ser terreno de la sociología del conocimiento científico.   

Es la situación que  identifican los investigadores Ordoñez Javier, Navarro Víctor, Manuel José y Sánchez, Manuel (2008), en su libro Historia de la Ciencia, al referirse al caso del Proyecto Genoma Humano que ha sido motivo de lucha de intereses públicos y privados en la intersección entre lo político y lo científico. La pugna entre la compañía comercial Celera Genomics y el instituto nacional de salud de los Estados Unidos que controla el proyecto a principios del presente siglo.